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martes, 24 de enero de 2012

Música y Renacimiento

Como cada mes de diciembre, con el frío, la niebla, y a veces la nieve, llegan a las ciudades renacentistas de Úbeda y Baeza los acordes del Festival de Música Antigua. Este año, atraído por el evento, también se ha acercado por estas joyas Patrimonio de la Humanidad el Viajero.






Aquí la alma navega
por un mar de dulzura, y finalmente
en él ansí se anega
que ningún accidente
extraño y peregrino oye o siente.


Fray Luis de León: Oda a Francisco Salinas


Sábado, 10 de diciembre, mediodía. Deseando emular a Fray Luis, el Viajero ha llegado a Úbeda, esplendor del Renacimiento, con el anhelo de transportar su alma y anegarla en ese musical mar de dulzura que el maestro tan bien describe en la oda a su amigo el músico Salinas. En la plaza de Vázquez de Molina, el Llano de Santa María para los ubetenses, se extasía, aunque ya la ha visto muchas veces, ante la grandeza del conjunto que forman la capilla del Salvador, ingente mausoleo para el secretario de Carlos V que no pudo acabar Siloé y concluyó Vandelvira , el lindante hospital de los Honrados Viejos, el fastuoso palacio del Deán Ortega, hoy parador de turismo, el palacio de las Cadenas o de Vázquez de Molina, la actual casa de la ciudad, la felizmente recuperada iglesia de Santa María de los Reales Alcázares y la Cárcel del Obispo, hasta no hace mucho Palacio de Justicia. No sabe hacia dónde mirar este inquieto amante del arte. A pesar de que la mañana es bastante fría, antes de sumergirse en las notas del concierto que le espera, quiere aprovechar para reencontrase con las calles de la ciudad jienense, y acercarse a la vecina plaza del Ayuntamiento y a la del Primero de Mayo, donde se alza la iglesia de San Pablo. Llega a la animada calle Real y dirige sus pasos hacia los callejones con gran sabor próximos a la plaza de San Pedro. Vuelve a admirar la fachada de la Casa de las Torres, singular Escuela de Arte, y se detiene ante las ruinas de la Iglesia de San Lorenzo; lo invade una leve tristeza al comprobar que la frondosa y romántica hiedra que las cubría se ha secado. Habrá que esperar, como dice el poeta, otro milagro de la primavera.

Una de la tarde. Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares. El Viajero, junto a otros sufridos amantes del arte de Euterpe, aguanta estoicamente el intenso frío que hace en el interior de la inmensa nave central. Sentado en un banco aguarda el comienzo del concierto titulado Paradisi Gloria, el primero de los que tiene apuntados en su agenda del Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza. Quince años han pasado ya desde que alguien tuvo la genial idea de unir la música medieval, renacentista y barroca a estas ciudades únicas. Su contemplación del artesonado de madera y el cristo crucificado gótico que se enseñorea en el altar mayor, es interrumpida por los aplausos que anuncian la presencia del organista Andrés Cea y el contratenor Mark Chambers. Muy pronto las notas de los bellos motetes de Monteverdi, Palestrina, Frescobaldi y Tomás Luis de Vitoria, maestro del renacimiento hispano del que se celebra el IV centenario de su muerte, inundan el algo destartalado interior del templo, que formaba otrora parte del antiguo alcázar defensivo de la villa.

Seis de la tarde. Baeza. Pasea el Viajero por el patio –renacentista, ¿cómo no?- del palacio de los Salcedo. Convertido en un agradable e histórico hotel, será su alojamiento por esa noche. Grandes arcadas de medio punto, moteadas de escudos pétreos y dispuestas en dos galerías, le hacen evocar otros tiempos en los que el edificio albergaría los sueños, pasiones, intrigas de otros hombres y mujeres. ¡Cuántas gentes se habrían apoyado antes que él en el antepecho por la que se asoma a la fuente central, acompañada ahora por el árbol de navidad. que anuncia la llegada de festejos sin fin! Después, pensando en la caducidad de las cosas y las personas, y en el inexorable paso del tiempo, se dirige a su cuarto para descansar.

Ocho de la noche. Ruinas del convento de San Francisco. Antes de acceder al remozado auditorio, contempla el visitante la exuberante decoración de los restos que se abren al exterior, enmarcados por un bosquecillo de naranjos. En el interior, ya acomodado en su butaca, lamenta la desaparición de la gran bóveda cruzada, obra maestra de Vandelvira – ¡omnipresente su huella en estas tierras!- cuya ausencia recuerda una gran estructura de acero colocada en nuestros días. Los terremotos, las inclemencias del tiempo y las tropas foráneas invasoras han borrado todo testimonio de pasados esplendores. Las Cantadas al Santísimo de José de Nebra, cuyos sones interpreta Al Ayre Español, la formación dirigida por Eduardo López Banzo hacen olvidar al Viajero, al menos mientras suenan, la tristeza que le provoca la destrucción de la belleza. La magnífica soprano María Espada desgrana con soltura los recitados y las arias de “esa dulzura amable” compuesta por el músico bilbilitano. Gran barroco el nuestro, tan olvidado y tan necesitado de resurrección.

Casi medianoche. El programa señala que el concierto comenzará a las 23,59. Hora apropiada para la actuación de la Schola Gregoriana Hispana. Conmemorando de forma anticipada el octingentésimo aniversario de la batalla de las Navas de Tolosa, interpretan canto llano y polifonías del monasterio de las Huelgas. Hace frío también en la iglesia de la Santa Cruz: una rareza, un templo románico en plena Andalucía. Los ojos de los asistentes, sentados en la nave central del templo, se clavan en el ábside semicircular que la cierra. Al salir, la niebla y la llovizna no invitan a recrearse en la fachada gótica isabelina del palacio de Jabalquinto, hoy sede de la Universidad Internacional andaluza. Se dirige el Viajero deprisa a su refugio palaciego, se sentirá como un señor esa noche; ¡mañana será otro día!

Domingo, 11 de diciembre. Once de la mañana. No ha madrugado mucho el trotamundos. Según su costumbre cuando visita las tierras del sur, ya se ha desayunado con la nutritiva “tostá” de tomate y aceite. El día ha amanecido desapacible y algo lluvioso. En la plaza de Santa María hay pocos turistas. De espaldas a lo que fue seminario de San Felipe Neri, y a través de la triple arcada triunfal de la fuente de Santa María, contempla la catedral. Pasea después por las calles ubetenses que más le gustan: las que rodean el templo. Atravesando la recoleta plaza del
Arcediano, y emulando al autor de Campos de Castilla, deambula sin prisas por el paseo de la Muralla. No hay vistas esa mañana. La espesa niebla las oculta. Pero sabe el Viajero que allí están los olivares a los que Machado cantara: “Por estos campos de la tierra mía, / bordados de olivares polvorientos, / voy caminando solo, / triste, cansado, pensativo y viejo”. Atrochando por zonas residenciales nuevas, llega el caminante solitario a la calle Atarazanas; deja a su derecha el museo de Úbeda, con el firme propósito de visitarlo en una próxima ocasión, y cruzando la puerta de Jaén, gana la plaza del Pópulo. Los leones de su fuente, según la tradición, originales de la ciudad ibero-romana de Cástulo, siguen allí impertérritos, arrojando constantemente agua por sus fauces. Aunque es un poco tarde, sube por la calle Romanones y con prisa, revisita el aula de su admirado poeta en la Antigua Universidad. Allí, sobre la gastada tarima de madera, lo imagina, cual revivido Juan de Mairena, deleitando a sus alumnos con sus amenas charlas, que no sólo francés explicaría el maestro.

Una de la tarde. Iglesia de Santa María del Alcázar y San Andrés. Las prisas de nuestro amante de la música, que ha tenido casi que correr para no llegar tarde al último concierto de su apretada agenda, han sido inútiles. Todavía no ha acabado el oficio y aún queda bastante para el Ite, missa est. No obstante, entra en el templo, y se sienta en los últimos bancos de la amplia nave de arcos apuntados y techumbre de madera. Quiere estar cerca del órgano, que será el protagonista del concierto que está por comenzar. Tras él una sólida reja separa el pequeño coro con escaños de madera. Un grupito de niños, que se ha separado del resto de sus compañeros y que no asisten con el fervor debido a la ceremonia, le hacen sonreír con sus bromas. Con media hora de retraso –no tienen, ni tienen por qué tener ninguna prisa los feligreses en abandonar el recinto sagrado, para eso es domingo- comienzan a salir del órgano y las trompetas de conjunto Triorganum los acordes de una fanfarria de Buxtehude. El programa no defrauda a los asistentes. Las obras de Teleman, Cabanilles, Biber, Cabezón, Bach... hacen vibrar el órgano barroco de San Andrés. Todavía con los sones de una brillante fanfarria de Mouret, baja el forastero por la calle de San Francisco, dispuesto a degustar algunas tapas en una taberna cercana al lugar en el que le espera su vehículo. La música antigua volverá a Úbeda y Baeza en un año, pero él seguro que no resistirá la tentación de pisar mucho antes de entonces sus calles renacentistas.

Fotos del autor

6 comentarios:

  1. Tengo que volver a visitar estos dos tesoros renacentistas y verlos con los ojos que tú los has visto; nosotros pasamos muy rápido y eso que callejeamos mucho.
    Me da vergüenza confesarte que llegué a Úbeda buscando comprar aceite de oliva virgen de Jaén, (una vulgaridad al lado de tu estupendo relato).
    La verdad es que no pensaba encontrarme con tanto arte y patrimonio.
    Luego visitamos Baeza y quedamos de nuevo sorprendidos por su hermosura.
    No profundicé en leerme guías ni información de los tesoros que alberga y que tú tan bien describes.
    ¡¡Hay que volver!! ¡¡ Volveremos!!
    Me hubiera gustado contemplar esa romántica hiedra que tú has encontrado a faltar.
    Me hubiera gustado alojarme también en ese palacio de los Salcedo y compartir una "tostá" contigo.
    De la música no hablo, no entiendo casi nada; de música tendrías que hablar con Joseph.
    Por cierto, Joseph también te manda saludos

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    1. Pues claro que tenéis que volver, Elvireta, son dos ciudades únicas que realmente merecen la pena. Lo de ir allí a comprar aceite, tampoco es poca cosa, porque tiene fama de ser el mejor de España. Pero la próxima vez, además del aceite, os tenéis que llevar en vuestra retina la belleza de sus calles y sus monumentos.
      Un beso para ti y un abrazo para Joseph.

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  2. Hola Loren.

    Me gustan tus relatos. Me dan ganas de salir corriendo a disfrutar de esas bellas localidades.

    Saludos.

    Emilio

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  3. ¿He estado en Úbeda y Baeza?. Esto es lo que me pregunto después de leerte, y como dice Elvireta, tendré que mirarlo con tus ojos. Lo cierto es que han pasado bastantes años desde que estuve allí, pero ahora me queda una duda, me quedo con tu relato o visito estas dos ciudades Patrimonio de la Humanidad. no se que sera mejor. Un saludo de Faustino: http://puertoviajaciones.blogspot.com.es/

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  4. ¿He estado en Úbeda y Baeza?. Esto es lo que me pregunto después de leerte, y como dice Elvireta, tendré que mirarlo con tus ojos. Lo cierto es que han pasado bastantes años desde que estuve allí, pero ahora me queda una duda, me quedo con tu relato o visito estas dos ciudades Patrimonio de la Humanidad. no se que sera mejor. Un saludo de Faustino: http://puertoviajaciones.blogspot.com.es/

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