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viernes, 6 de enero de 2012

Las aventuras del Capitán Trueno en Calatrava la Nueva


Hace poco más de un año comenzó en el castillo de Calatrava la Nueva, en mis tierras manchegas, el rodaje de una película sobre las aventuras del Capitán Trueno, el famoso héroe del cómic de nuestra infancia y adolescencia. Al enterarme de la noticia, escribí esta evocación del personaje y el castillo que acompañaron mis sueños aventureros, unidos por el azar y el séptimo arte.


La noticia apareció una cálida mañana de septiembre en
todos los medios de comunicación de la provincia: iba a iniciarse un rodaje en los próximos días en Ciudad Real. Bueno, no me pareció algo fuera de lo normal. Ya estamos acostumbrados por estos lares a rodajes cinematográficos; hay lugares, como el palacio del Marqués de Santa Cruz, en el Viso del Marqués, o la población de Almagro que han sido iluminados en numerosas ocasiones por grandes focos y ya conocen el golpe de la claqueta. Sin ir más lejos, uno de nuestros paisanos más ilustres, Pedro Almodóvar ha ambientado alguna de sus películas en su tierra, y ha inmortalizado, por ejemplo, el cementerio de Granátula de Calatrava en los títulos de crédito de Volver. Pero este rodaje tenía algo de especial, al menos para mí. Y es que en él se iban a unir dos grandes mitos de mi niñez y preadolescencia: el Castillo de Calatrava la Nueva y el Capitán Trueno.

Se iba a rodar una película en el Sacro Convento de Calatrava la Nueva. No es mal escenario. Se trata de una fortaleza-convento situada en el término municipal de Aldea del Rey, cuyos habitantes se enfadan muchísimo cuando algún despistado forastero les pregunta por el "castillo de Calzada de Calatrava", denominación que suele dársele por la zona; y es que Calzada se ha llevado el honor de dar nombre al castillo porque está algo más cerca del mismo. Pero que quede claro que el término en que se enmarca es el de Aldea, no vaya a ser que algún aldeano lea este escrito y se me ofenda. Estuvo habitado por la orden militar de los calatravos, que han dado denominación a toda la comarca, hasta el siglo XVIII. Sus orígenes se remontan al siglo XII, y los monjes guerreros se instalaron definitivamente en él en el siglo XIII, después de numerosas escaramuzas con los invasores musulmanes que, en no pocas ocasiones, tomaron la plaza, obligando a los monjes a regresar a su feudo de Calatrava la vieja, en Carrión de Calatrava, a pocos kilómetros de Ciudad Real. Pasados los años, los Reyes Católicos, e incluso Felipe II pasaron por allí. No os voy a cansar con más datos históricos que podéis encontrar fácilmente tecleando el nombre del monumento en vuestro buscador, que lo de bucear en las enciclopedias ya ha pasado de moda (O tempora, o mores!), pero sí os quiero hablar antes de continuar de su iglesia. Y es que es impresionante. Tiene una fachada muy original, presidida por un gran rosetón de piedra caliza, que impresiona al visitante. Después, cuando entra, se encuentra con una amplia nave de traza gótica, pero con mucho de románico tardío, e incluso de mudéjar. Tres largas naves culminan en tres ábsides que se insertan en la muralla defensiva. De las pinturas, retablos y sepulcros que otrora la ornaban, hoy, lo siento por el viajero ansioso de arte, no queda nada. Pero la iglesia del convento-castillo, incluso en su estado de medio ruina, subsanada en los últimos tiempos por la labor de numerosas escuelas-taller, sobrecoge y deja el alma en un puño, creedme. Completan el conjunto monumental, algunas estancias, grandes extensiones de almenas amuralladas y, a sus pies, el inmenso campo de la mancha calatrava, moteado de rojos, amarillos y verdes en una amalgama que ya quisieran imitar los mejores esmaltistas de Limoges.

El director Antonio Hernández seleccionó como una de las localizaciones de su película El Capitán Trueno y el Santo Grial este Sacro Convento. Y lo eligió para ser el castillo del "malo",Sir Black, donde vive subyugando terriblemente a los desgraciados campesinos. Trucarían la imagen de nuestro castillo, y lo decorarían por medio de procedimientos informáticos con grandes cúpulas y elementos arquitectónicos que no existen en la realidad, con el objetivo de hacerlo más terrorífico La verdad es que cuando yo contaba con pocos años y pasaba por la falda de la montaña en que se alza el castillo, un poco de sobrecogimiento sí que sentía. Contemplar la inmensa mole del edificio que, por arte de brujería, se fundía con la cumbre rocosa del cerro, hasta el punto de no distinguirse dónde empezaba la labor del hombre y dónde acababa la de la naturaleza, era más que suficiente para asustar el alma de un niño, por muy aventurero que fuera, que lo dejaba a un lado de la carretera cuando iba a pasar un tranquilo día dominical de campo y de pesca con sus padres en un pantano cercano. ¡Qué terribles monstruos, fantasmas y dragones imaginaba mi mente infantil que habitaban los medio derruidos torreones y murallas! Mi atracción hacia ese imponente edificio, era más fuerte que el temor que me inspiraba, por lo que insistía, siempre que pasábamos por allí para que mis padres me llevaran a su interior. Acompañado por ellos -¡qué inocencia!- no podría ocurrirme ningún mal: mi padre era lo suficientemente fuerte como para enfrentarse al más temibles de los gigantes de mi imaginación.

Y llegó el día en que por fin me llevaron a lo alto del cerro. ¡Por fin podría entrar en el mundo mágico de la fortaleza! Mientras el viejo Renault 4 -un 4 latas, ¿os acordáis?- que tenía mi padre por aquel entonces, ascendía a duras penas el empinado camino empedrado que conducía a la cumbre, mi corazón iba palpitando de emoción. Cuando llegamos arriba y pude recorrer todos los intrincados vericuetos del castillo (no dejé ni un palmo por explorar), no os negaré que una pequeña desilusión sí que sentí: no hayé ningún dragón, ni gigante, ni fantasma... Sin embargo, sí que encontré algo que no esperaba: la perfecta localización para las aventuras de mi querido Capitán Trueno, cuyos libros, publicados por Bruguera, devoraba por aquel entonces en largas tardes de verano bajo el emparrado del patio encalado de nuestra vieja casa, con el consiguiente enfado de mi madre, que quería que yo durmiese la siesta y no me pasara la tarde ensimismado en tales aventuras. Las almenas, los torreones, incluso la amplia llanura que se contemplaba abajo, se me figuraban como las que dibujara Ángel Pardo, ¡y estaban a pocos kilómetros de mi casa! Era evidente que el Capitán Trueno había estado allí, y que allí había vivido mil aventuras. Imaginad con la satisfacción que dormí esa noche soñando -seguro- con las aventuras de Trueno en Calatrava la Nueva. Siempre que volvía a pasar delante del conjunto de edificios, desde que empezaba a divisarse en lontananza hasta que se perdía de vista, ya no pensaba en otra cosa; ¡quizás algún día el Capitán volvía por allí y yo coincidía con el!

Y fijaos como son las cosas de la vida y del destino. Casi cuarenta años después de la historia que os he contado, vino un director de cine que, cuando descubre "mi" castillo, piensa lo que yo pensé entonces. Y él, con más posibilidades que la febril imaginación de un niño, haría que el sueño que yo tuve se materializase: finalmente el Capitán Trueno campearía por el castillo de Calatrava. No os imagináis las ganas que tengo de ver esta película, que a pesar de haberse estrenado ya, pasó de forma fugaz por las pantallas de mi localidad y cuando quise ir al cine ya se había caído del cartel (las cosas de la industria y los gustos del personal). Ya la veré en casa, pero me da un poco de miedo: ya sabéis como es el cine; igual las escenas rodadas en el castillo sólo ocupan un trozo insignificante de metraje, quizás el castillo ni se reconoce con tanto maquillaje que le iban a poner, igual -seguramente- me defrauda. Pero al menos, me ha hecho mucha gracia, y algo de ilusión, que otras personas hayan hecho realidad una aventura imaginada hace muchos años.

Hace poco más de un año, cuando se estaba realizando el rodaje, venía yo de una comida en Santa Cruz de Mudela y me dirigía a Puertollano. De pronto, y cuando no era consciente de que estaba tan cerca, se presentó ante mí, dorada por el sol del atardecer, la fortaleza de mis sueños. Se apreciaba a lo lejos una gran actividad y un resplandor especial, casi sobrenatural, que no era el del sol. Aunque seguro que era provocado por inmensos focos y cañones que daban luz adicional a alguna escena, por un momento pensé que en medio de ese resplandor, el auténtico capitán Trueno, pensando en su querida Sigrid, junto con sus fieles Goliat y Crispín, estaban enzarzados en una lucha a muerte contra las fuerzas del mal. Sonreí, y me uní a ellos.

Fuente foto: www.wikipedia.org

7 comentarios:

  1. Un placer como siempre, feliz día de reyes amigo Loren...

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  2. Muy feliz día de Reyes y feliz fin de semana para todos vosotros, Mónica,

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  3. Leyendo tu relato me han venido recuerdos de mi infancia; todos tienen las voces y risas de mis hermanos, con quienes compartí muchos juegos y, como no, la lectura de las aventuras del Capitán Trueno.Los tres varones disfrutando con las hazañas bélicas y yo soñando con el romance de Sigrid y el Capitán, ( los gustos ya eran distintos según el sexo).
    Fíjate si ha pasado desapercibida esa película que yo me acabo de enterar, leyéndote, que se había rodado y estrenado ya. Me alegro que fuera en tierras manchegas, ya sabes que siempre recuerdo esos colores de otoño que pude disfrutar hace muchos días. Saludos de Joseph.

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    1. Pues la verdad es que la película pasó de forma tremendamente fugaz por las pantallas. Tendremos que esperar al vídeoo o a que la pongan por la tele. ¡Qué buenos recuerdos las tardes de lectura de tebeos de la infancia, ¿verdad?
      Un abrazo para los dos.

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  4. El anónimo soy yo, que no me aclaro con esto.

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  5. En mi época, ten en cuenta que soy bastante mayor que tu, todos leíamos el Capitán Trueno, el Jabato, el Guerrero del antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín et. Me ha gustado mucho tu relato, como todo lo que escribes. Al que venga de fuera le recomendaría que visitara estos dos castillos que has citado, incluso el de Salvatierra, este creo que si pertenece a Calzada de Calatrava, está casi enfrente del Castillo de Calatrava la Nueva, pero es una autentica ruina y me parece que está en terreno privado cercado por alambradas y no se puede acceder a el. En mis buenos tiempos cuando no se me resistía una alambrada, o la pasaba por arriba o la pasaba por debajo, estuve dos veces en el, ahora no podría. Un saludo de Faustino: http://puertoviajaciones.blogspot.com.es/

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  6. En mi época, ten en cuenta que soy bastante mayor que tu, todos leíamos el Capitán Trueno, el Jabato, el Guerrero del antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín et. Me ha gustado mucho tu relato, como todo lo que escribes. Al que venga de fuera le recomendaría que visitara estos dos castillos que has citado, incluso el de Salvatierra, este creo que si pertenece a Calzada de Calatrava, está casi enfrente del Castillo de Calatrava la Nueva, pero es una autentica ruina y me parece que está en terreno privado cercado por alambradas y no se puede acceder a el. En mis buenos tiempos cuando no se me resistía una alambrada, o la pasaba por arriba o la pasaba por debajo, estuve dos veces en el, ahora no podría. Un saludo de Faustino: http://puertoviajaciones.blogspot.com.es/

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